jueves, 12 de abril de 2012

El otro tiempo


No hace mucho se realizó el cambio horario que tradicionalmente se viene llevando a cabo desde 1974, mientras cambiaba de posición las agujas del reloj no pude evitar reflexionar sobre lo que significa el tiempo y como ello repercute en nuestra relación con la naturaleza, y en definitiva, la vida. El tiempo es en verdad y posiblemente junto a la muerte el elemento de nuestra existencia que más nos iguala, lo que equivale a decir que más no democratiza en la experiencia vital. Ricos o pobres, hombres o mujeres, los seres humanos de cualquier lugar y etnia del planeta tienen el mismo tiempo disponible cada día, es algo que por fortuna el dinero tampoco puede comprar ni atesorar. La diferencia está en cómo es gestionado y en ello radica una enorme diferencia.
Pero esto, a pesar de ser una verdad incuestionable, dista mucho de serlo de forma absoluta, y me explico. El tiempo, es en realidad una mera invención del ser humano, 86.400 segundos cada día es lo que nos hemos dado para organizar nuestra existencia y digo organizar, porque disfrutar es otra historia para la inmensa mayoría de los siete mil millones de personas que habitamos la tierra.  
Ni que decir hay, que este bien tan preciado a lo largo de la historia se ha ido también mercantilizando es decir, se le ha dotado de precio y ahora hemos de pagar por disfrutar de algo que por ley natural nos pertenece. Hemos pasado de disponer de él para la organización de nuestras necesidades humanas, materiales o espirituales a tenerlo que administrar según nos impongan los imperativos socio económicos. Pagamos por su disfrute de forma directa o indirecta, pero pagamos como por cualquier bien preciado. Es como si su posesión fuera potestad de “alguien” y se nos “concediera” un pellizco de ello. Esta reflexión me lleva a su vez a establecer el paralelismo con el de otros bienes que también nos están robando como el agua, el aíre, el silencio... Ya estamos pagando y cada vez más por el primero y seguirá el ascenso, y pronto lo haremos de forma directa (ya lo hacemos  indirectamente saliendo a respirar y buscar sosiego los fines de semana) por los demás.
Pero, volvamos al tiempo, ese “elemento” tan esencial en nuestras vidas que por más que nos empeñemos y nos pese, es imposible guardarlo, pues no existe lugar alguno en el universo donde podamos depositar el que supuestamente ahorramos, con el fin de hacer un mejor uso más adelante. ¿Qué ha ocurrido para que con el devenir de la existencia humana hayamos ido aumentando el tiempo dedicado al mantenimiento de nuestras necesidades “básicas” y disminuido el del disfrute (no menos básico para nuestra salud)?, pues sencillamente que nos han engañado o nos hemos dejado engañar. Desde hace bastante, no están inculcando que hemos de incorporar como necesidades básicas cosas que antes no lo eran, por lo que para conseguirlas debemos aumentar la dedicación al trabajo en detrimento de la que deberíamos dedicar a nuestro disfrute, a la familia o a la mejora de la sociedad. Es decir vendemos ese bien tan preciado, para que otros lo disfruten con la plusvalía generada gracias a los ingresos adquiridos por los productos que nosotros compramos y que aunque en realidad no los necesitamos, nos hacen pensar que sí. ¿Listos no?, ellos me refiero, claro.
A estas alturas del comentario alguien se preguntará, en un blog como éste ¿cabe hablar del tiempo si no es el atmosférico? Pues sí, ya que aunque la complejidad del tema es enorme, la relación que hemos establecido con la Naturaleza es fiel reflejo de la conceptualización que hemos desarrollado al respecto. A partir del neolítico, cuando se nos acabo la época de cazadores recolectores para pasar (¿evolucionar?) progresivamente hacia sociedades cada vez más complejas, más cómodas para algunos, el tiempo mermó para casi todos. Está más que demostrado que las sociedades de cazadores recolectores no necesitan más de 4 o a lo más 5 horas para satisfacer sus necesidades básicas, el resto lo pueden dedicar a la sociedad, su cultura y disfrutar de las relaciones humanas de su grupo. Entonces, ¿quien se está quedando con ese tiempo que nos pertenece y que en abrumadora mayoría sacrificamos en tareas ingratas, duras y cada vez más, peor pagadas?
Deberíamos pararnos a pensar la ingente cantidad de dinero y esfuerzo que nos detraen y que es dedicado a mantener las estructuras de poder, estructuras que energéticamente, en su mayor parte están orientadas a destruir la naturaleza, con la finalidad de seguir acumulando “riquezas” solo para unos pocos y en detrimento de la gran mayoría de los seres humanos que dependen o dependerán de ella.
En nuestra desarrollada o mejor cabría decir desarrollista, sociedad occidental, tenemos cada vez más bienes materiales, a un costo por otra parte insostenible e insolidario con el resto del planeta, pero paradójicamente cada vez menos tiempo para disfrutarlos aún a pesar de no necesitarlos. Si hay dinero se puede comprar casi todo, incluso el “tiempo” de los demás que será sacrificado para que unos pocos obtengan más, parte de nuestra vida será así puesta en venta, y cada vez más barata…
En definitiva, con nuestro tiempo se enriquecen unos pocos, se generan capitales que esclavizan a la mayor parte de la humanidad, (ricos, pobres, norte, sur), se esquilman los recursos y se destruyen las posibilidades de que el ser humano pueda seguir coexistiendo con quien únicamente a cambio de respeto, le da todo, la Naturaleza. Viajando por el mundo he podido comprobar que el estado de plenitud que todos buscamos poco o nada tiene que ver con lo que de material se posee y sí con esa armonía con la naturaleza, eso lo resume con total clarividencia el aforismo africano que dice que nosotros tenemos el reloj, pero ellos tiene el tiempo