sábado, 18 de enero de 2014

La importancia de ir de (eco)etiquetas

Los seres humanos tenemos la necesidad de etiquetar todo lo que nos rodea para poder encajarlo dentro de nuestro universo personal. Conocer el orden de referencia que tiene cada cosa nos es fundamental para saber de donde procede y que relación puede guardar con nosotros o viceversa. Nos gusta identificarnos con marcas y logos que representan ideas, estéticas o simplemente modas. En definitiva, etiquetas al fin y al cabo. Por esta razón, me resulta cuando menos curioso que para los que albergamos el sentido de algo que identifique nuestra actitud positiva ante la vida o la naturaleza, que es lo mismo, sea tan desconocido para la mayoría de nosotros. Con frecuencia nos sorprendamos cuando descubrimos que el solo gesto de identificar a través de una etiqueta el producto que tenemos delante puede marcar y mucho, la diferencia en nuestro impacto en el medio natural. Me estoy refiriendo a la etiqueta de ecológico o sostenible.

Hace ya bastantes años, cuando tuve que comprar algunos muebles para casa, comprobé cuan difícil es encontrar éstos si buscas que la madera con la que están fabricados se halle certificada en origen con alguno de las etiquetas que lo refrendan en el mercado. Tuve que recorrer muchas tiendas para encontrar tan solo una de casi medio centenar en más de una ciudad, donde sí habían oído hablar de este tema. No obstante, su propietaria me confeso que era la primera vez que alguien le había pedido algo similar. Así pues, y con no poca sorpresa ante mi petición, accedió a buscarme alguna referencia en catálogos internacionales. He de reconocer que los precios casi me disuaden de ello, pero afortunadamente, el criterio ético prevaleció frente al económico a pesar de que por aquel entonces no era muy bollante,  y hoy miro con satisfacción mi pequeña contribución a la sostenibilidad del planeta, sobre la cual escribo ahora estas líneas.

Desde entonces, hace ya casi diez años, he comprobado con satisfacción como tímidamente la percepción de los fundamentos sostenibles para producir bienes o alimentos ha crecido, si bien continua siendo privativa esta percepción de unos pocos, algunos más que entonces, que nos preguntamos como contribuir a través de nuestro consumo a la mejora de la calidad ambiental. Si bien es cierto que corren tiempos para mirar no con lupa sino hasta con miscroscópio los gastos para la gran mayoría, no lo es menos que a veces preferimos gastar lo que nos ahorramos en esa diferencia en otros artículos, que generalmente no necesitamos de verdad, y de eso se encarga la publicidad.

Entre estas "etiquetas" hay algunos ejemplos bien conocidos ya de todo ello, entre los que quizás sean los certificados FSC y MSC por un lado y UTZ por otro, los que más me gustarían comentar por su más directa incidencia sobre los entornos donde se hallan sus actividades.

El FSC identifica al Consejo de Administración Forestal (Forest Stewardship Council) que es una ONG de acreditación y certificación fundada en 1993 por varias organizaciones, entes gubernamentales, comerciales y ambientales tales como el Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza, más conocido por sus siglas internacionales, WWF.                   

La finalidad de esta etiqueta es asegurar que los productos provenientes de los bosques han tenido una adecuada gestión forestal, a las que le imprimen el logo de certificación una vez inspeccionados todos los elementos que han formado parte de su proceso de producción, es decir, una vez realizado el seguimiento a los productos, desde el bosque a su puesta en venta. Cualquier producto hecho con maderas procedentes de estos bosques debe haber pasado estos controles para poder lucir la etiqueta. Por utilizar el ejemplo que comentaba anteriormente, desde el bosque hasta el mueble todo debe tener la misma garantía.

La otra etiqueta que comentaba es muy similar, aunque el destino final sea tan diferente como la alimentación (salvo que se sea una termita claro está). Se trata de la certificación MSC (Marine Stewardship Council), que certifica que el producto que compramos proviene de pesquerías sostenibles. Fundada seis años después, también con la implicación directa de WWF con el objetivo de encontrar una solución al problema de la sobreexplotación de los recursos pesqueros. Actualmente está compuesta por diversas organizaciones en todo el mundo, tanto sin ánimo de lucro como privadas que tiene ese como su principal objetivo. La certificación sigue los consejos de la FAO, que requiere que las evaluaciones sean llevadas a cabo por certificadores independientes y por terceras partes. Se trata de un programa al que se adhieren voluntariamente las empresas de productos pesqueros, en el que se busca la sostenibilidad de las pesquerías, para obtener esta certificación a través de los estándares que propugna MSC. Se cumplen así los requerimientos más elevados a nivel mundial en cuanto a certificación y ecoetiquetado.

  
A modo de reflexión en este apartado quiero hacer las observaciones siguientes: somos el quinto país del mundo en consumo de pescado, según la FAO más del 32% de las poblaciones especies marinas están sobreexplotadas (no hablemos de nuestro querido Mare Nostrum) y que el pescado representa entorno al 15% de las proteínas animales para más del 4.300 millones de seres humanos. Aunque me gustaría, no voy a comentar sin embargo el impacto que las políticas pesqueras de los países "desarrollados" tienen sobre las economías locales de los que han empobrecidos durante décadas. Ese sera tema para otra entrada.

Como no hay dos sin tres, y no pensaba sino mostrar algunos ejemplos de estas buenas prácticas de producción para nosotros los consumidores, he dejado para el final el certificado UTZ, que se organiza a través de un programa de sostenibilidad para el cacao, el café y el te. Mediante la garantía que representa esta etiqueta, los agricultores pueden mejorar su productividad con calidad y eficiencia, cuidando a las personas y el medio ambiente. Esto les permite producir volúmenes mayores a un precio menor, lo cual incrementa la calidad de vida de las comunidades agrícolas y contribuye a preservar sus recursos naturales.

 
El sistema para obtener la certificación es muy similar a los dos anteriores, realizándose seguimientos de toda la cadena de producción basado en la aplicación de su Código de Conducta, conjunto de criterios reconocidos a nivel internacional para producir de manera responsable estos productos, desde el punto de vista social, económico y medioambiental, es decir sostenible.

Como he intentado reflejar en esta entrada, deberíamos preguntarnos más a menudo de donde proceden los artículos que consumimos y que coste social y ambiental tiene su producción y manejo. He hablado tan solo de tres, una pequeña muestra de los que existen y a los que afortunadamente, aunque muy lentamente, se van sumando otros. 

Para finalizar podríamos plantearnos lo siguiente, que una vez tengamos la mesa hecha con madera ecocertificada, nos sentemos a degustar un agradable plato de pescado o marisco capturado mediante técnicas que garanticen su continuidad como recurso para todos, para finalmente acabar saboreando un buen postre de chocolate, acompañado por el excelente aroma del café o te que ha sido cultivado, recolectado y comercializado de forma sostenible. Todo pensando en nuestra aportación al bienestar del planeta y sus moradores, todo pensado para el mejor presente y futuro de todos.

Entonces, ¿merece o no la pena darle la vuelta y mirar la etiqueta?. Votemos otro mundo con nuestro consumo, vota con tu compra.