miércoles, 30 de diciembre de 2015

Casi un millar de silencios

A toda gente de bien le revuelve la muerte de un ser vivo, más aún si es un ser humano, cosa de especie supongo o de "especismo" más bien. Es sobre todo más intenso ese sentimiento, si esa muerte se produce como atroz consecuencia de ser culpable de luchar por un fin digno y en coherencia con unos principios basados en la libertad y el bien común. En todo el mundo se suceden acciones de esta índole, que generalmente quedan impunes, lo que añade sin duda un agravante de impotencia e indignación. Todos desgraciadamente oímos o conocemos casi a diario casos que se suceden en todo el mundo al respecto,

No obstante, la persecución de la que son objeto aquellos que luchan por el bien común de la conservación de su medio ambiente, es probablemente la información al respecto menos conocida, tal vez porque de serlo, con frecuencia no se relaciona con esta causa su asesinato, quizás por esa miope visión que separa el desarrollo, del derecho a un medio ambiente de calidad, cuando en realidad uno no se puede lograr sin el otro. Ambas son parte indisoluble de la coherencia racional de nuestra existencia.

El pasado 22 de diciembre se cumplieron 28 años de la muerte de Chico Mendes, quizás el más emblemático de todos los asesinados por esa causa (para  ampliar información ver http://www.ecologistasenaccion.org/article1158.html), probablemente por la repercusión que tuvo su lucha, pero que como veremos fue una victima más de la ambición desmedida y necedad del ser humano, cuya capacidad de autodestrucción solo rivaliza con su soberbia y prepotencia como especie.

El único pecado de Chico Mendes fue tener conciencia, dignidad y coraje para defender lo que sabía era la única verdad insoslayable, que si se maltrata la tierra que nos permite la vida, ésta a su vez también nos maltratara y nos hará desaparecer. Sindicalista y activista medioambiental, destacar en ello, le valió el premio Global 500 que otorga la ONU, pero también la muerte, asesinado un año después a manos de esbirros pagados por los terrateniente y madereros que destruyen la Amazonía que él tanto amaba. Ese fue el pago por pasar de humilde extractor de caucho a líder que despierta las conciencia de los olvidados.

Desgraciadamente, Chico, es uno más de la larga lista de asesinados que en todo el mundo ha costado la vida durante la última década a más de 900 activistas. Son héroes desconocidos, cuya lucha y las de sus comunidades es silenciada por los grandes medios de comunicación, financiados en muchos casos por los mismos grupos económicos que destruyen el medio ambiente que les es vital, que nos es vital para sobrevivir, y por el que ellos combaten.

Hasta finales de noviembre, según datos de la organización Global Witness, durante este año que acaba, también acabaron con la vida de 78 activistas pro derechos ambientales y ecosociales en todo el mundo. La gráfica de abajo muestra la evolución de esta masacre silenciosa y silenciada con frecuencia, que está sucediendo en países empobrecidos mientras nuestro opulento mundo rico, se debate entre que modelo de móvil o auto de última tecnología compra, sin siquiera imaginar que parte de los materiales que nos "ablandan" la vida ha costado la de otros a quienes se les expolia impunemente. Son estos activistas precisamente, los que con coraje, intentan frenar la barbarie demoledora que impone nuestro modelo irracional de sociedad a otras, que luchan únicamente por sobrevivir dignamente.



Como se puede observar, entre 2008 y finales de 2012, se produjo una brutal escalada de asesinatos coincidiendo no de forma casual, con un incremento registrado del precio de las materias primas en los mercados internacionales, materias primas que son extraídas en su mayor parte precisamente de las zonas donde se ubican estas poblaciones, muchas de ellas, indígenas indefensos, una y mil veces masacrados históricamente. Según Global Witness, de todos estos asesinatos,  tan solo el 1% de los ejecutores directos han sido condenados, lo que da idea del nivel de impunidad a la que se enfrentan las personas que se oponen a la destrucción de sus tierras y bienes vitales.

La mayor parte de esos territorios pertenecen a los también históricamente expoliados continentes africano y centro y sur americano. Tampoco es casual, la coincidencia entre expoliadores y expoliados, que provienen respectivamente de lugares del planeta con una alta y baja densidad poblacional y con un alto y bajo nivel de "desarrollo". Podríamos decir metafóricamente, que es la Ley de los Vasos Comunicantes del Expolio. Una sangría que nunca toca a su fin y que cada vez exige más y más recursos a los que legítimamente luchan por evitarlo.

Con todo lo comentado se puede entender que las principales causas por las que estos asesinatos son cometidos están relacionadas con la extracción de minerales, la tala de bosques para madera, la inundación de tierras o la pérdida de derechos sobre sus tierras a manos de terrateniente o corporaciones internacionales. Brasil encabeza esta terrible lista, con casi 450 victimas en la última década, seguida por otro país americano, Honduras con 109 y uno asiático, Filipinas con 67. Detras de todo ello está la perdida de bosques y biodiversidad, la contaminación de los recursos hídricos o la sobre explotación de tierras hasta su agotamiento y desertificación, entre muchos otras consecuencias.

El caucho, la soja que alimenta de forma barata la creciente ganadería industrial, el petroleo que de forma insaciable consumimos y que exigimos al menor coste, el aceite industrial de palma cuyo cultivo asola los últimos bosques tropicales, la carne barata producida a costa de la deforestación de las selvas americanas, etc, etc, etc , Todo ello está detrás, como detrás también estamos quienes con nuestra ignorancia o más bien, cómoda indiferencia, seguimos consumiendo y consumiendo con desafuero.

Somos pues cómplices callados y ocultos de esta injusticia global que sigue sucediéndose, y frente a la cual, se seguirán oponiendo esos héroes, los únicos verdaderos, a quienes ninguno de nosotros conocerá jamás, salvo por su nombre, el que aparecerá como esquela o noticia cuando sus cuerpos y almas ya no palpiten ante la ignominia,

Para todos ellos, al filo de este final de año, en su memoria y recuerdo, hoy y siempre, mi mayor admiración, gratitud y respeto.

martes, 1 de diciembre de 2015

El lobo está de moda (I)

Esa fue la contestación que recibí hace poco por parte de una persona como comentario a mi respuesta, cuando en contestación a la pregunta de donde había estado durante mis vacaciones, le dije que uno de los lugares fue Solana del Pino, como participante en las jornadas sobre el lobo ibérico en Sierra Madrona, "Emlobados 2015".

Me molesta sobremanera que algo tan importante para mi como es la conservación de la biodiversidad sea vista por algunas personas como sujeto a modas, especialmente como fue el caso si además se agrava por dedicarse profesionalmente al medio ambiente. Esta percepción refleja una vez más el tipo de sociedad en el que nos hallamos imbuidos, presa de vaivenes dirigidos por grupos de poder en función de hacia donde se quiera dirigir la atención. Si algo vende o puede resultar rentable que atraiga la atención de la sociedad, se visualiza hasta la saciedad para mantener la atención de ese objeto o fin y una vez cumplido el objetivo para el que fue creado, sacada la rentabilidad perseguida,  desaparece.

Esto también ocurre con las especies, sobre todo si resultan "rentables" para vender una imagen, en este caso el de la impoluta gestión y buen hacer de una administración politizada que pretende hacer ver a los ciudadanos que lo que de verdad le interesa es la conservación de la biodiversidad, ocurre sobre todo con especies "estrella"como el lince, el oso, etc., muy mediáticas y por tanto muy valoradas también por la opinión pública, algo que sabe bien la clase política, que abandona a su suerte a las que no lo son o no tanto por la sociedad, generalmente fruto más del desconocimiento que de su indiferencia.

No obstante, la preocupación por la conservación de especies tales si bien puede ser real, lo es sobre todo, si el objeto a proteger, hábitat o especie, no representa un elemento incomodo a defender, siendo la realidad bien distinta, si ello no es así. Quizás el paradigma de esta cuestión quien mejor lo representa sea el lobo, especie estigmatizada y maldita donde las haya. La desastrosa gestión de que es objeto esta especie en los territorios donde habita es fiel reflejo de ello. Pero no solo ocurre donde hay poblaciones más o menos "estables", sino allí donde paradójicamente más debieran hacerse esfuerzos para evitar su extinción, caso de Andalucía, donde de facto puede casi afirmarse técnicamente que ello ya ha sucedido, a juzgar por los escasos datos registrados de su presencia. Lo irritante es que se pretenda vender lo contrario y que si esto no es así, ni siquiera se halla declarado la especie como "en peligro de extinción".

Pero volviendo a lo expuesto inicialmente, ¿cual es entonces la visión de la sociedad profana en la materia? ¿cual es el rango de importancia que puede tener para ésta la conservación de las especies? y circunscribiéndome al tema que nos ocupa, ¿como se valora por la sociedad la necesidad de proteger una especie tan controvertida como el lobo?. Obviamente el asunto presentará claros matices dependiendo de una amplia escala de valores, cuya gradación será muy diferente en virtud del contexto territorial, socioeconómico y cultural al que pertenezca la persona o grupo social analizado.

Por esta razón, la realidad que debe llegar a la población debe estar argumentada en base a criterios reales. Cualquier noticia en relación a esta especie, debe ser tratada con suma cautela, máxime a sabiendas de la intencionada tergiversación que se hace de ello cuando hay intereses en juego. Sin embargo esa cautela, en la inmensa mayoría de los casos no se manifiesta, más bien sucede lo contrario y por desgracia se hace de manera exacerbada e injusta para tan valiosa especie.

Además, la diferencia de enfoque de esta problemática entre el mundo rural y el urbano crece cada día. Si bien, la menor cercanía a un contexto natural hace que ese enfoque por parte de la población urbana, frecuentemente esté teñido tal vez de un bucolísmo romántico, no es menos cierto que en el caso al menos del contexto andaluz, donde el lobo hace tiempo que dejo de cohabitar con el hombre en la mayor parte del territorio que ocupaba, se reproduzca una visión de conflictividad proyectada desde el pasado. Esta visón trasnochada, hoy día no tiene razón de ser habida cuenta de los conocimientos científicos que demuestran su indispensabe papel ecológico y los medios técnicos disponibles para mitigar cualquier efecto negativo que pueda derivarse de su presencia.

La cerrazón díscola en la que se empeñan colectivos tan contrapuestos como cazadores y ganaderos, no posee ninguna argumentación solida que pueda justificarla, como iremos desgranando en sucesivas entradas donde continuaremos comentado este tema, y donde veremos también, que el supuesto enemigo hacia donde dirigir ese esfuerzo de oposición, dista mucho de ser el lobo.